Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
Comité de dirección: Guillermo Bustamante Zamudio, Harold Kremer, Henry Ficher.

domingo, 25 de septiembre de 2011

33. Fábulas II


La zorra y el mar
   Proverbio sumerio

   La zorra orinó en el mar y dijo: “Todo es mi orina”. 



Otra vez "Le Corbeau et le Renard"
   Alvaro Yunque   
   
   El cuervo, subido a un árbol, estaba no con un queso según dice la fábula clásica, sí con un sangriento pedazo de carne en el corvo pico. Llegó el zorro. El olor lo hizo levantar la cabeza, vio al cuervo banqueteándose, y rompió a hablar:
   —¡Oh hermoso cuervo! ¡Qué plumaje el tuyo! ¡Qué lustre! ¿No cantas, cuervo? ¡Si tu voz es tan bella como tu reluciente plumaje, serás el más magnífico de los pájaros! ¡Canta, hermoso cuervo!
   El cuervo se apresuró a tragar la carne, y dijo al zorro:
   —He leído a La Fontaine.

François Chauveau

Las dos ranas
   Dino Segre (Pitigrilli)
   
   Dos ranas que iban de paso cayeron en un recipiente lleno de leche. Después de llevar a cabo algunas tentativas para salir, una de ellas dijo:
   —Las paredes son demasiado lisas; tienen una inclinación de 45 grados; la fuerza de propulsión de mis patas forman un paralelogramo en el cual A más B, multiplicado por C... dividiendo luego el producto por el logaritmo de... Sin contar con que Arquímedes ha dicho: Dós moi pu stó, kai kino ten ghen* y no tenemos punto de apoyo en esta materia fluida...
   Como su compañera no daba muestras de creer en sus palabras, sacó la regla de cálculo y realizó operaciones complicadísimas, que demostraban que toda tentativa de salir estaba matemáticamente destinada al fracaso. Después se metió en el bolsillo la regla de cálculo y, con la pasividad de un estoico, se dejó morir.
   La otra rana no escuchó sus explicaciones científicas y eruditas e hizo los movimientos más absurdos, más irracionales, violando todo lo que la matemática, la física y la mecánica han establecido. A fuerza de realizar toda suerte de movimientos desordenados, la leche se condensó bajo sus patas, y el animal se encontró apoyado sobre una pella de mantequilla, desde la cual fue fácil dar un salto.
   La primer rana era una rana macho, la segunda una rana hembra.
 *Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo.


Las dos perras
   Fedro

   Una perra solicitó de otra permiso para echar en su choza la cría, favor que le fue otorgado sin dificultad alguna; pero iba pasando el tiempo, y nunca llegaba el momento de abandonar la choza que tan generosamente se le había cedido, alegando, como razón de esta demora, que era preciso esperar a que los cachorrillos tuviesen fuerzas para andar por sí solos.
   Como se le hiciesen nuevas instancias, pasado el último plazo que ella misma había fijado, contestó arrogantemente : «Me saldré de aquí, si tienes valor para luchar conmigo y con mi turba».


La zorra y las uvas
   Guillermo Cabrera Infante

   Una zorra tenía hambre y, como era extrañamente vegetariana (no hay nada que no haga una zorra por estar a la moda), le echó el ojo a unas uvas que estaban allí cerca pero arriba. Saltó una y otra vez y otra vez y otra vez más, sin alcanzarlas. Miró la zorra a las uvas por última vez y al verlas bien (es asombroso lo bien que ve uno las cosas cuando las mira por última vez) exclamó: “no importa: no las quiero: están verdes”.
   Un cuervo que andaba por allí, de paso hacia otra fábula, miró a la zorra, miró a las uvas y se dijo: “no es extraño: esas uvas están verdes porque son uvas verdes”. La zorra no respondió tal vez porque no había oído, tal vez porque era orgullosa, pero seguramente porque las zorras no pueden conversar con los cuervos.
   Moraleja: La zorra es un animal que no tiene don de lenguas pero sí puede padecer de daltonismo.
(Tomado de Exorcismos de esti(l)o. Barcelona: Seix Barral, 1976.)


La libertad
   Italo Svevo (Aron Hector Schmitz)

   La puerta de la jaula había quedado abierta. El pajarito se plantó, con un ligero salto, en la entrada y desde allí miró el vasto mundo, primero con un ojo y después con el otro. Por su pequeño cuerpo pasó el estremecimiento del deseo de los espacios vastos, para los cuales estaban hechas sus alas, pero después pensó: «Si salgo, podrían cerrar la jaula y yo quedaría preso fuera». Volvió a entrar y poco después vio, con satisfacción, cerrarse la puertecita que sellaba su libertad.
(Tomado de Fábulas. Madrid: Gadir, 2008.)


Zorro rey
   Jaime Alberto Vélez

   El zorro no perdía oportunidad de acercarse al león y de caminar a su lado en actitud de familiaridad y camaradería. El león lo miraba con displicencia y oía sus palabras sin prestar atención. Con el correr del tiempo, el zorro creyó compartir con el león sus mismos atributos y, por esa razón, en su ausencia, se empeñaba en imitar sus poderosos rugidos. Los animales salvajes también parecían considerarlo Rey de la Selva, o eso, por lo menos, sintió el zorro cuando, sedientos de venganza, cayeron por sorpresa sobre él.
(Tomado de El león vegetariano y otras historias. Bogotá: Alfaguara, 2000.)